Comentario
CAPÍTULO V
Los españoles se ponen en marcha: llegada a Tlaxcala y Cholula
No obstante los esfuerzos de los mensajeros de Motecuhzoma con el fin de impedir que los españoles trataran de acercarse a México-Tenochtitlan, la gente de Cortés decidió ponerse en marcha. Los dos textos indígenas que se transcriben en este capítulo, el primero de los informantes indígenas de Sahagún y el segundo de la Historia de Tlaxcala de Muñoz Camargo, nos relatan la llegada de los españoles a Tlaxcala y Cholula.
La sección de los informantes indígenas da cuenta del primer combate tenido por los españoles con un grupo de otomíes procedentes de Tecoac. Se refiere en seguida cómo decidieron los tlaxcaltecas recibir en son de paz a los extranjeros. Llegados ya los españoles, muy pronto empezaron los tlaxcaltecas a intrigar en contra de la gente de Cholula y de los mexicas.
Es interesante ver la doble versión que acerca de los motivos de la matanza perpetrada por los españoles en Cholula nos dan, por una parte los informantes de Sahagún y por otra el autor de la Historia de Tlaxcala. Según los primeros, todo se debió a intrigas de los tlaxcaltecas "cuya alma ardía contra los de Cholula". La versión de la Historia de Tlaxcala es en cambio distinta: se dice que los cholultecas dieron ocasión a su propia destrucción, al no haberse sometido a los españoles y al asesinar traidoramente a Patlahuatzin, embajador tlaxcalteca, que incitaba a los cholultecas a alzarse con los españoles. Esta versión, inventada tal vez por los tlaxcaltecas, para excusar su participación en la matanza de Cholula, no encuentran corroboración, ni en la Historia de Bernal Díaz del Castillo, ni en las Cartas de relación de Cortés.
Los españoles se ponen en marcha
Pues al fin vienen, los españoles ya se pusieron en marcha hacia acá.
Un hombre de Cempoalla, llamado el Tlacochcálcatl, también primero lo habían hallado cuando vinieron a ver tierras y ciudades, también venía hablando náhuatl. Este les viene preparando el camino, éste les viene haciendo cortar caminos, éste les viene dando el verdadero camino. Los guiaba, los traía, viniendo por delante.
Y cuando a Tecoac llegaron, fue en tierra de tlaxcaltecas, en donde estaban poblando sus otomíes. Pues esos otomíes les salieron al encuentro en son de guerra; con escudos les dieron la bienvenida.
Pero a los otomíes de Tecoac muy bien los arruinaron, totalmente los vencieron. Los dividieron en bandas, hubo división de grupos. Los cañonearon, los asediaron con la espada, los flecharon con sus arcos. Y no unos pocos sólo, sino todos perecieron.
Y cuando Tecoac fue derrotada, los tlaxcaltecas lo oyeron, lo supieron: se les dijo. Mucho se amedrentaron, sintieron ansias de muerte. Les sobrevino gran miedo, y de temor se llenaron.
Entonces se congregaron, en asamblea se reunieron. Se reunieron los caudillos, los capitanes se juntaron. Unos a otros se decían el hecho, y dijeron:
-"¿Cómo seremos? ¿Iremos a su encuentro? ¡Muy macho y muy guerrero es el otomí: en nada lo tuvieron, como nada lo miraron!#"
¡Todo con una mirada, todo con un volver de ojos acabaron con el infeliz macehual!#
Pues ahora, entremos a su lado; hagámonos sus amigos, seamos amigos suyos. ¡Los de abajo están arruinados!#
Llegada a Tlaxcala
Pues en seguida van a darles encuentro, los señores de Tlaxcala. Llevaron consigo comida: gallinas de la tierra, huevos, tortillas blancas, tortillas finas.
Les dijeron:
-Os habéis fatigado, señores nuestros.
Respondieron ellos:
-¿Dónde es su casa? ¿De dónde han venido?
Dijeron:
-Somos de Tlaxcala. Os habéis fatigado, habéis llegado y habéis entrado a vuestra tierra: es vuestra casa Tlaxcala. Es vuestra casa la Ciudad del águila, Tlaxcala.
Pues allá en la antigüedad se llamaba Texcala: sus habitantes se designaban texcaltecas.
Los condujeron, los llevaron, los fueron guiando. Los fueron a dejar, los hicieron entrar a su casa real.
Mucho los honraron, les proporcionaron todo lo que les era menester, con ellos estuvieron en unión y luego les dieron sus hijas.
Luego ellos preguntaron:
-¿Dónde es México? ¿Qué tan lejos es?
Les respondieron:
-Ya no es lejos. Tal vez en tres días se llegará. Es muy buen lugar. Y muy valientes, muy guerreros, conquistadores. Por todo lugar andan conquistando.
Intrigas contra los de Cholula
Pero los de Tlaxcala ha tiempo están en guerra, ven con enojo, ven con mala alma, están en disgusto, se les arde el alma contra los de Cholula. Esta fue la razón de que le dieran hablillas (al conquistador) para que acabara con ellos.
Le dijeron:
-Es un gran perverso nuestro enemigo el de Cholula. Tan valiente como el mexicano. Es amigo del mexicano.
Pues cuando esto oyeron los españoles, luego se fueron a Cholula. Los fueron llevando los de Tlaxcala, y los de Cempoala. Estaban todos en son de guerra.
La matanza de Cholula
Cuando se hubo llegado, se dieron gritos, se hizo pregón: los guías, y también los hombres del pueblo.
Hubo reunión en el atrio del dios.
Pues cuando todos se hubieron reunido, luego se cerraron las entradas: por todos los sitios donde, había entrada.
En el momento hay acuchillamiento, hay muerte, hay golpes. ¡Nada en su corazón temían los de Cholula!
No con espadas, no con escudos hicieron frente a los españoles.
No más con perfidia fueron muertos, no más como ciegos murieron, no más sin saberlo murieron.
No fue más que con insidias se les echaron encima los de Tlaxcala.
Y en tanto que todo esto se hacía, todo se le hacía llegar, se le decía, se le hacía oír a Motecuhzoma.
En cuanto a los enviados, vienen hasta acá, y se van; están dando vueltas de allá a acá. Ya no como quiera se oye, se percibe el relato.
Por su parte, la gente humilde no es más está llena de espanto. No nace más que sentirse azorada. Es como si la tierra temblara, como si la tierra girara en torno de los ojos. Tal como si le diera vueltas a uno cuando hace ruedos. Todo es una admiración.
Y después de sucedidas las matanzas de Cholula, ya se pusieron en marcha, ya van hacia México. Van en círculo, van en son de conquista. Van alzando en torbellino el polvo de los caminos. Sus lanzas, sus astiles, que murciélagos semejan, van como resplandeciendo. Así hacen también estruendo. Sus cotas de malla, sus cascos de hierro; haciendo van estruendo.
Algunos van llevando puesto hierro, van ataviados de hierro, van relumbrando. Por esto se les vio con gran temor, van infundiendo espanto en todo: son muy espantosos, son horrendos.
Y sus perros van por delante, los van precediendo; llevan sus narices en alto, llevan tendidas sus narices: van de carrera: les va cayendo la saliva.
La versión tlaxcalteca de la matanza de Cholula (Texto original en castellano)
De manera que desde allí en adelante no se trataba de otra cosa (entre los españoles) que de hacer gente contra los Culhuas Mexicanos, lo cual dentro de muy breve tiempo se hizo por no dar lugar a que éstos se confederasen con los tlaxcaltecas. Y por evitar malos pensamientos y otras nuevas ocasiones y propósitos, procuró Cortés de no dejar de la mano a sus nuevos amigos y confederados, usando como siempre de sus astucias como astuto capitán de la buena ocasión que presente tenía.
Hecha su gente comenzaron a marchar y mover sus ejércitos españoles y tlaxcaltecas con mucho orden de su milicia, número y copia de gentes y bastimentos bastantes para tan grande empresa, con muy principales y famosos capitanes ejercitados en la guerra según su uso y manera antigua. Fueron por capitanes Piltecuhtli, Acxoxécatl, Tecpanécatl, Cahuecahua, Cocomitecuhtli, Quauhtotohua, Textlipitl, y otros muchos que por ser tantos y tanta la variedad de sus nombres, no se ponen, sino los más señalados que siempre tuvieron fidelidad con Cortés hasta el cabo de su conquista.
La primera entrada que se hizo fue por la parte de Cholula, donde gobernaban y reinaban dos Señores que se llamaban Tlaquiach y Tlalchiac, que siempre los que en este mando sucedían eran llamados de este nombre, que quiere decir el mayor de lo alto y el mayor de lo bajo del suelo.
Entrados pues por la provincia de Cholula, en muy breve tiempo fue destruida por muy grandes ocasiones que para ello dieron y causaron los naturales de aquella ciudad. La cual destruida y muerta en esta entrada gran muchedumbre de cholultecas, corrió la fama por toda la tierra hasta México, donde puso horrible espanto, y más en ver y entender que los tlaxcaltecas se habían confederado con los "dioses", que así generalmente eran llamados los nuestros (los españoles) en toda la tierra de este Nuevo Mundo, sin poderles dar otro nombre.
Tenían tanta confianza los cholultecas en su ídolo Quetzalcohuatl, que entendieron que no había poder humano que los pudiese conquistar ni ofender, antes acabar a los nuestros en breve tiempo, lo uno porque eran pocos, y lo otro porque los tlaxcaltecas los habían traído allí por engaño a que ellos los acabaran, pues confiaban tanto en su ídolo, que creían que con rayo y fuego del cielo los habían de consumir y acabar y anegar con aguas.
Decíanlo así, y lo publicaban a grandes voces diciendo: dejad llegar a estos advenedizos extranjeros, veamos qué poder es el suyo, porque nuestro dios Quetzalcohuatl está aquí con nosotros, que en un improviso los ha de acabar; dejadlos, lleguen esos miserables, veámoslos ahora, gocemos de sus devaneos y engaños que traen, son locos de quienes se fían aquellos sométicos (sodomitas) mujeriles, que no son mas que mujeres bardajas de sus hombres barbudos, que se han rendido a ellos de miedo. Dejadlos lleguen a los alquilados, que bien les han pagado la vida a los miserables. Mirad a los ruines tlaxcaltecas, cobardes, merecedores de castigo: como se ven vencidos de los mexicanos, andan a buscar gentes advenedizas para su defensa. ¿Cómo os habéis trocado en tan breve tiempo, y os habéis sometido a gente tan bárbara y advenediza, extranjera y en el mundo no conocida? Decidnos de dónde los habéis traído alquilados para vuestra venganza. ¡Oh miserables de vosotros que habéis perdido la fama inmortal que teníais de vuestros varones ascendientes de la muy clara sangre de los antiguos teochichimecas, pobladores de estas tierras inhabitables! ¿Qué ha de ser de vosotros gente perdida? Mas aguardad que muy presto veréis el castigo sobre vosotros que hace nuestro dios Quetzalcohuatl.
Estas y otras cosas semejantes decían porque tenían entendido que en efecto se habían de abrasar con rayos de fuego que del cielo habían de caer sobre ellos, y que de los mismos templos de sus ídolos habían de salir y manar ríos caudalosos de agua para los anegar, así a los de Tlaxcala como a los nuestros, que no poco temor y espanto causaban a los amigos tlaxcaltecas creyendo que sucediese así como decían los cholultecas. Decían, especialmente los pregoneros del templo de Quetzalcohuatl, todo esto que así lo publicaban.
Mas, visto por nuestros tlaxcaltecas que nuestros españoles apellidaban a Santiago, y comenzaban a quemar los españoles los templos de los ídolos y a derribarlos por los suelos, profanándolos con gran determinación, y como no veían que hacían nada, ni caían rayos, ni salían ríos de agua, entendieron la burlería y cayeron en la cuenta de cómo era todo falsedad y mentira.
Tornaron así cobrando tanto ánimo, que como dejamos referido hubo en esta ciudad tan gran matanza y estrago, que no se puede imaginar; de donde nuestros amigos quedaron muy enterados del valor de nuestros españoles, y desde allí en adelante no estimaban acometer mayores crímenes, todo guiado por orden divina, que era Nuestro Señor servido que esta tierra se ganase y rescatase y saliese del poder del demonio.
Antes que esta guerra se comenzara, fueron enviados mensajeros y embajadores de la ciudad de Tlaxcala a los cholultecas, a rogarles y requerirlos por la paz, enviándoles a decir que no venían a buscar a ellos, sino a los de Culhua, culhuacanenses mexicanos, que como está dicho, éste era el nombre y apellido culhuaque, porque habían venido de las partes de Culhuacan de hacia la parte del poniente, y mexicanos porque así se llamaba la ciudad de México donde estaban poblados con supremo poder: fueles enviado decir por los de Tlaxcala que se vinieran y de parte de Cortés, que se viniesen y diesen de paz, y no tuviesen temor que los hombres blancos y barbudos les hiciesen daño, porque era muy principal gente y muy noble, que querían su amistad, y así les rogaban como amigos los recibiesen de paz, pues haciéndolo así serían bien tratados de ellos y que no les harían ningún mal tratamiento, porque de otra manera si los enojaban era gente muy feroz, atrevida y valiente, que traían armas aventajadas y muy fuertes de hierro blanco.
Decían esto a causa de que entre ellos no había hierro sino cobre, y que traían tiros de fuego y animales fieros que los traían de trailla atados con cordeles de hierro, y calzaban y vestían hierro, y de cómo traían ballestas fortísimas, y leones, y onzas muy bravas que se comían las gentes, lo cual decían por los perros lebreles y alanos muy bravos que en efecto traían los nuestros, que fueron de mucho efecto, y que con estas cosas no se podían escapar ni tener reparo, si los "dioses" se enojaban y no se entregaban de paz, lo cual les parecía a ellos muy bien por excusar mayores daños. Y que les aconsejaban como amigos lo hiciesen así.
Muerte del enviado tlaxcalteca
Mas sin hacer caso de estas cosas no quisieron sino seguir su parecer de no darse, sino morir antes, y en lugar de este buen consejo y buena respuesta a los de Tlaxcala, desollaron vivo la cara a Patlahuatzin su embajador, persona de mucha estima y principal valor. Y lo mismo hicieron de sus manos, que se las desollaron hasta los codos, y cortadas las manos por las muñecas, que las llevaba colgando. Y le enviaron de esta manera con gran crueldad, diciéndole así: andad y volved y decid a los de Tlaxcala y a esos otros andrajosos hombres, o dioses o lo que fuesen, que son esos que decís que vienen, que eso les damos por respuesta.
Y así se vino el pobre embajador con harta lástima y dolor, el Cual puso terrible espanto y pena en la república, siendo uno de los gentiles y hermosos hombres de esta Señoría, dispuesto y bien agestado; y visto tan gran atrevimiento y vil tratamiento, de que murió Patlahuatzin en servicio de su patria y república, donde dejó eterna fama entre los suyos como lo refieren en sus enigmas y cantares. Fueron indignados los tlaxcaltecas, pues recibieron por grande afrenta una cosa que jamás había pasado en el mundo; que los semejantes embajadores eran tenidos en mucho y honrados de los reyes y señores extraños que con ellos comunicaban las paces, guerras otros acontecimientos que entre las provincias y reinos suelen suceder.
Y así con esta indignación dijeron a Cortés: "Señor muy valeroso, en venganza de tan gran desvergüenza, maldad y atrevimiento, queremos ir contigo a asolar y destruir aquella nación y su provincia, y que no quede a vida gente tan perniciosa, obstinada y endurecida en su maldad y tiranía, que aunque no fuera por otra cosa más de por ésta merecen castigo eterno, pues que en lugar de darnos gracias por nuestro buen comedimiento, nos han querido menospreciar y tener en tan poco por amor de ti",
El valeroso Cortés les respondió con rostro severo diciéndoles de esta manera: "Que no tuviesen pena, que él les prometía la venganza de ello", como en efecto lo hizo así, por esto como por otras traiciones, se puso en ejecución darles guerra muy cruel, donde murieron grandes muchedumbres de ellos como se verá por la crónica que de la conquista de esta tierra está hecha.
Decían los cholultecas que los habían de anegar en virtud de su ídolo Quetzalcohuatl, que era el ídolo más frecuentado de todos los que se tenían en esta tierra, y así el templo de Cholula lo tenían por relicario de los dioses. Y decían que cuando se descostraba alguna costra de lo encalado en tiempo de su gentilidad, por allí manaba agua. Y porque no se anegasen mataban niños de dos a tres años, y de la sangre de éstos mezclada con la cal, hacían a manera de zulaque y tapaban con ella los manantiales y fuentes que así manaban.
Y ateniéndose a esto decían los cholultecas que cuando algún trabajo les sucediese en la guerra de los dioses blancos y tlaxcaltecas, descostrarían y despostillarían todo lo encalado, por donde manarían fuentes de agua en que los anegasen, lo cual hicieron, pusieron por obra, cuando se vieron en tan grande aprieto como el que se vieron.
La ruina de Cholula
Lo cual aunque lo hicieron, no les aprovechó cosa alguna, de que quedaron muy burlados, y como hombres desesperados los más de ellos que murieron en aquella guerra de Cholula, se despeñaban ellos propios y se echaban a despeñar de cabeza arrojándose del Cu de Quetzalcohuatl abajo, porque así lo tenían por costumbre muy antigua desde su origen y principio, por ser rebeldes y contumaces como gente indómita y dura de cerviz, y que tenían por blasón de morir muerte contraria de las otras naciones, y morir de cabeza.
Finalmente, los más de ellos en esta guerra morían desesperados matándose ellos propios. Acabada la guerra de Cholula entendieron y conocieron los cholultecas que era de más virtud el Dios de los hombres blancos y sus hijos más poderosos. Los tlaxcaltecas nuestros amigos, viéndose en el mayor aprieto de la guerra y matanza llamaban y apellidaban al Apóstol Santiago, diciendo a grandes voces: ¡Santiago!; y de allí les quedó que hoy en día hallándose en algún trabajo los de Tlaxcala, llaman al Señor Santiago.
Usaron los de Tlaxcala de un aviso muy bueno que les hizo entre los enemigos por yerro. Porque sus armas y divisas eran casi de una manera y habían en ellas poca diferencia, que como era tan gran multitud de gente la una y la otra, así fue menester, porque si esto no fuera, en tal aprieto se mataran unos a otros sin conocerse. Y así se pusieron en las cabezas unas guirnaldas de esparto a manera de torzales, y con esto eran conocidos los de nuestra parcialidad que no fue pequeño aviso.
Destruida en esta primera parte y entrada que se hizo en Cholula, y muerta ya tanta muchedumbre de gente, saqueada y robada, pasaron luego nuestros ejércitos adelante, poniendo grande temor y espanto por donde quiera que pasaban, hasta que la nueva de tal destrucción llegó a toda la tierra, y las gentes, admiradas de oír cosas tan nuevas, y de cómodos cholultecas eran vencidos y perdidos, los más de ellos muertos y destruidos en tan breve tiempo, y de cómo su ídolo Quetzalcohuatl no les había ayudado en cosa alguna#.